Mis risos se van de mi cabeza como el agua por el desaguadero. O mejor se van con el agua por el desaguadero. La tina se llena a causa de mi maraña de risos atascados. Por más que he sacado varios grupitos de ellos, parece que siguen habiendo millones. Calculando que se me caen cien diarios por los siete meses que llevo viviendo en este lugar, serian unos veinte un mil. Mmmm dudo que con lo que he sacado hasta ahora pueda lograr esa suma.
Se sigue llenando la tina, el agua ha rebosado y el baño esta inundado, por suerte tengo “agallas” me sumerjo y entro por el desaguadero en busca de mis risos sueltos. Al entrar al tubo, enciendo una linterna. Oh sorpresa: miles de millones de cabellos de todos los colores y todos los relieves. En tanto sigo buscando, el nivel del agua sigue subiendo. Todas las casas vecinas están inundadas, los rieles del tren, la acera de enfrente, el agua ha llegado hasta el río... sigue en aumento. Reboza la cuesta y continua embebiendo cada casa, cada maldito muro. El barrio se ha inundado y yo aún no encuentro mis risos.
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