En el último tiempo he sentido una felicidad inespecífica o dicho de otro modo, son tantas las cosas que me provocan esa emoción que hemos denominado felicidad, pero no sabría si lo que siento es la felicidad consensuada o una felicidad particular. Bueno, diría –como viene siendo en los humanos costumbre el decir- que siento esa emoción que pareciera que sale por el pecho, por los rulos, por los ojos, por la sonrisa, esa cosa que crees poder tomar en las manos y con la cual podrías adornar cualquier lúgubre espacio y se tornaría momentáneamente de colores. Bueno algo así vengo sintiendo, seguidos episodios, de pequeños intervalos, uno detrás del otro, salvo algunas excepciones que por lo general se encuentra guiadas por dos aspectos:
1. Que difícilmente se puede ser feliz en plenitud o completud (esta palabra técnicamente no existe) pues si lo fueras sería perverso en medio de tanta injusticia y opresión que subyuga a los pueblos.
2. La recuperación del pasado o que se suele designar como recuerdos… que aunque sean la narrativa de episodios que fueron felices, al remitirse en pasado no evocan la misma intensidad, como suele ocurrir que al pasar el tiempo en una pintura se decoloran sus tonos. La felicidad entonces, no se puede recordar en pasado, a no ser que sea activado por un suceso del presente, pero entonces lo que te procura felicidad es justo esa estimulación presente; algo así como lo que nos pasa con la memoria de los olores (pero se me iría largo esto para contarlo). Es un recuerdo un poquito feliz un poquito triste… esa bella saudade que cantan los poetas!
Raíces por Frida Kahlo, 1943
Bueno, pues hoy, en uno de los libritos de turno, leí algo que me resultó tan cercano a todo esto, que me dieron ganas de compartirlo, ahí va:
“…la felicidad está hecha de una sustancia tan liviana que fácilmente se disuelve en el recuerdo, y si regresa a la memoria lo hace con un sentimiento empalagoso que la contamina y que siempre he rechazado por inútil, por dulzón y en últimas por dañino para vivir el presente: la nostalgia”. H. Abad, 2006. El olvido que seremos. Bogotá: Planeta
La diferencia que hay entre el autor y mi experiencia subjetiva es que esos momentos, que antes eran una constante y que ahora suelen ser excepcionales, para mí resultan provechosos para encerrarme y dejarme ir a ese lugar del cual, en repentino suspiro, salgo arrebata por mis sueños.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario