Escuchando la propuesta del contrato contrasexual de Beatriz Preciado, tema desarrollado en el marco del "Taller de Teoría Queer" del cual soy participante, hace unos martes atrás, imaginé como seria el mundo relacional si todos hiciéramos un contrato de amor con las personas con las que tenemos relaciones importantes en nuestra vida. Luego pensé: ese seria un mundo mucho más habitable.
Vamos por ahí tejiendo y deshaciendo relaciones con ¡tanta violencia! y ni que hablar de la agresión de las relaciones familiares. No me refiero a la violencia en el sentido más obvio, como las rupturas amorosas o las separaciones matrimoniales de las que podría referirme con una frase de esas de Reinaldo Niebles "...historias gastadas que jamás contaron un final feliz...", si no a esa violencia en la que se imponen modos de relacionamiento. No hay nada más violento que lo implícito, lo naturalizado, lo dado por norma y en los hilos más finos de los relacionamientos: lo implícito del ser de cada persona. Elucubraciones desde la teoría crítica y desde los análisis del discurso concuerdan en decir que eso -no dicho- siempre a de ser lo más importante.
Imaginar un mundo en el que los padres, madres, hijos, hijas, hermanos, hermanas, tíos, sobrinas, amigos, amigas, amantes, novixs, compañerxs, esposos… realizaran un manifiesto de amor, una declaración explicita de sus deseos, del deseo que tenemos de ese otrx, de aquello que sentimos que nos limita, de nuestros miedos, de los compromisos, de los alcances, de los sueños, de las perversiones, de la fantasía, de las necedades, de los haberes… pensando a su vez que es un manifiesto inacabado, caduco, imperfecto, volviendo a la tarea de revisarlo cada tanto, asumiéndonos como “cuerpos parlantes” (B.Preciado) dinámicos, seria imaginar un mundo menos agresivo, menos violento.
… abandonar ese horrible “fascismo contractual” (B.De Sousa Santos) que tiene en la punta de la bandera al contrato matrimonial, sea civil o religioso.
… abandonar ese para siempre por un mientras siempre.
... "medirse el aceite", medir los silencios.
Aclarar, aclarar… transparentar las relaciones, como diría mi profe de acuarela: “aguar el óleo”.
Acuarela: Ana López Hidalgo
Otoño del 2012 en Buenos Aires
Yo, Joice Barbosa
Declaro que renuncio a todo aquello que se me ha impuesto como género, cuerpo, sexo y deseo. Me acepto como aprendiz de mí ser.
Me comprometo a descubrir mis potencialidades y la de todo aquel con quién ocupe un espacio temporal o fijo, reconociendo que todo es potencia de ser y que lo esencial siempre es invisible a los ojos.
Me comprometo a exponer mi deseo y mi miedo de manera libre y explicita, y a escuchar el deseo y el miedo del otrx tanto como me sea posible.
Renuncio de manera libre y consciente a reproducirme en forma biológica hasta el fin de mi existencia humana.
El presente contrato es válido hasta el otoño del próximo año.