sábado, enero 11, 2014

Gramsci y los elefantes

En ocasiones ocurre que un día suele terminar de maravilla, eso me provoca una sensación bastante grata. Dentro de todo lo bueno que ha traído este día, me encuentro con esta carta del queridisimo Antonio Gramsci a su hijo Delio. Yo me considero muy infantil intelectualmente. Sé bastante poco o nada (como dice el anterior post). Tengo una suerte de enamoramiento por los autores que voy conociendo –es cierto que no me enamoro de todxs- en esto como en el amor erótico deben moverse fibras profundas, parte de tu propia historia y de tus propios pensamientos se identifican con ese autor. Pues en este enamoramiento, leo y releo las cartas de Gramsci y tengo que decir que me movilizan mucho e incluso han sido grandes impulsoras de mi ejercicio de escritura “académica”. La carta, que comparto en este post, me llevó al recuerdo de años pasados en los que trabajaba en el zoológico de mi ciudad natal, para esos años, cursaba la carrera de psicología -desde luego, los zoo son lugares que no deberían existir-. 

Específicamente recordé una discusión, de casi media hora, con un profesor que nos hacia una introducción a la psicología existencial, y la discusión se centraba en que el ser humano no podía saber nada más sobre los chimpancé más que lo que su cerebro humano –limitado- le permitía y para poder decir  algo sobre la <existencia> chimpancé, había que ser uno de ellos (ese era mi punto de vista). La discusión no terminó, se cortó por las largas caras del público, que poco o nada les interesaba si el chimpancé pensaba algo o no sobre su existencia. Yo por mi parte, entendía que él –el conferencista- no tenía ningún tipo de relación con los animales, más que para comérselos, y que por el contrario yo había tenido la oportunidad de tenerlos tan cerca! me resultaba su existencia tan riquísima! había descubierto que cada “especie” era de una naturaleza distinta, –sustancialmente- a la humana, que me era inaprensible. Desde entonces, tengo una fascinación por los animales –no humanos- y encontrarme esta carta me ha dado un momento de alegría pequeñito, pero gustoso! -en gran medida porque el elefante es uno de mis favoritos. Ahí va… (Ahora sí, me voy a bailar, para terminar un gran día como corresponde)


Carta a Delio Gramsci
[Fecha indeterminada, L.C. 890]
Carissimo Delio,
Yo no sé si el elefante puede (o podía) evolucionar hasta convertirse en la tierra en un ser capaz, como el hombre, de dominar las fuerzas de la naturaleza y utilizarlas para sus propios finos: no lo sé en abstracto. Concretamente, el elefante no ha tenido el mismo desarrollo que el hombre, y desde luego que no lo tendrá ya, porque el hombre se sirve del elefante, mientras que el elefante no se puede servir del hombre, ni siquiera para comérselo. Lo que piensas de las posibilidades del elefante de adaptar sus patas el elefante tiene como elemento <<técnico>> la trompa, y desde el punto de vista <<elefantesco>> la utiliza espléndidamente para arrancar árboles, para defenderse en ciertas circunstancias, etc. Tú me habías escrito que te gustaba la historia, y de este modo hemos llegado a la trompa del elefante. Yo creo que para estudiar historia no hay que fantasear demasiado acerca de lo que habría ocurrido <<si>>… (Si el elefante se hubiera erguido para dar mayor desarrollo al cerebro al cerebro, si…, si… ¿y si el elefante hubiera nacido con ruedas? ¡Habría sido un tranvía natural! ¿Y si tuviera alas? Imagínate entonces una invasión de elefantes como las de langostas.) Es ya muy difícil estudiar la historia realmente acaecida, porque de una gran parte de ella se ha perdido todo documento; ¿cómo se puede perder el tiempo en formular hipótesis sin fundamento? Además, en tu hipótesis hay demasiado antropomorfismo. ¿Por qué tenía el elefante que evolucionar como el hombre? Quién sabe si algún viejo sabio elefante, o algún ocurrente joven elefantito, desde su punto de vista, no formula hipótesis acerca de las causas pro las cuales el hombre no tiene trompa. Espero una larga carta tuya acerca de este tema. Aquí no ha hecho mucho frío, y además este año no estoy tan expuesto al frío como lo años pasado. Hay flores abiertas todavía. No tengo ningún pájaro aquí pero veo siempre en el patio dos parejas de mirlos, y unos gatos que los acechan para cazarlos; pero los mirlos no parecen preocuparse, y están siempre alegres y son elegantes en sus movimientos.
Te abrazo,  Papá.  

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