Hace un par de días, alguien que juzgaba mi conducta, decía que el acto que había llevado acabo era típico de las mujeres. “Las mujeres” parece ser el grupo poblacional donde cabemos todas las que tanto por genotipo, fenotipo y la autodeterminación estamos incluidas en la categoría de género femenino. No se que me incomodo más si ser descubierta o que fuese un hombre el que lo dijera.
Todas nacemos en un mundo simbólico y real que nos preexiste y la manera como tenemos de incluirnos en él es a través de los usos y desusos que hacemos de la cultura. Habiendo crecido entre contradicciones a saber: cuna religiosa, hogar uniparental o de madre soltera, bachillerato de monjas, grupo de niños y jóvenes militantes de los derechos humanos, mentora feminista… mi identidad de género roza el límite de lo típico y lo atípico. No se si sea una mujer de las de antes que se revela ante un mundo real que ha demando nuevos roles (movilización cognitiva de la cognición femenina) ó una mujer de las de ahora que llevada por la pulsión, mira hacia atrás con melancolía un punto al cual retornar dónde obtenga unos guantes de seda.
En esa construcción de ser femenina solo hay tres cosas que tengo claras y que por recomendación de Belu vi hace poco en una camisa (remera lenguaje local).
Ni jefe, Ni dios, Ni marido!!!.
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