Los boleros de vez en cuando me llevan a esos lugares donde alguna vez fui muy feliz. Rodeada de chivos, de primos y de tíos, escuchábamos boleros cuando el alba decidía acabar con la fiesta. Un Domingo o casi dos, mi tío favorito sacaba sus discos para limpiarlos, veía uno a uno como eran tomados con delicadeza, pasados por el algodoncito y puestos con tacto para ser leídos por la aguja sin moticas. Así se iba un domingo o dos.
lunes, marzo 22, 2010
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